jueves, 3 de septiembre de 2009

SIMÓN RODRÍGUEZ: MAESTRO HISPANOAMERICANO DE TODOS LOS TIEMPOS

Pensamiento Educativo Venezolano y Latinoamericano. Unidad II. Ensayo
Grupo no Asistido Nº 01. Entre Maieutikes. Núcleo Valera
“No habrá jamás verdadera sociedad sin Educación Social, ni autoridades razonables sin costumbre liberales” Simón Rodríguez
A la luz de Venezuela y la América toda nace una esperanza, una oportunidad, una visión de hacer República libertaria y socializadora, en el siglo XVIII bajo un pensamiento de transformación social que no sólo se instauró en su época sino que ha trascendido a través de los tiempos. Dentro de este marco se tiene como propósito reflexionar sobre el ideario pedagógico de Simón Rodríguez fundamentado en la educación popular.
Simón Rodríguez nace en Caracas el 28 de de octubre de 1769 y muere en Amotape (Perú) el 28 de febrero de 1854. Marcado por el número veintiséis, según lo indica Rumazo (2006), pues, vivió en Caracas veintiséis años, su estadía fuera de América Latina fue de veintiséis años (1823). De ahí en adelante, emerge primero un gran paréntesis de esperanzas, ensayos, plasmaciones y fracasos, por espacio de un lustro, hasta que el Libertador ya no puede auxiliarle ni defenderle (1828). Enseguida se abre un último lapso de veintiséis años, hasta su muerte en Perú.
Simón Rodríguez, hombre que desde temprana edad marca historia en el ámbito educativo con sus ideas, reformas y actos verdaderamente humanos que lo configuraron como el intelectual de la Independencia, con mentalidad republicana y fiel representante cultural e innovador de la educación liberadora; a pesar de haber sido un hombre incomprendido en su época y, con mucho pesar, desconocido, aún, por algunos en estos tiempos.
Rodríguez buscaba, incansablemente, la formación de todos y cada uno de los habitantes de la América, y no sólo de ella, porque también estuvo enseñando por Jamaica, Estados Unidos, Bayona, París. Ello, lo hacía con la finalidad de sacar a los habitantes de lo que Kant denominó “la minoría de edad” es decir, de la ignorancia y del analfabetismo. Para llevar a cabo ese gran trabajo, Rodríguez en 1994 presentó un proyecto al cabildo de Caracas, donde reflexionaba sobre la escuela de primeras letras, describiendo los vicios y defectos que ella presentaba; a la vez exponía los medios para su reforma. Este proyecto le costó su categoría de maestro, a pesar de que fue visto con malos ojos. El cabildo no podía entender que se quisiera establecer una educación para todos. Esto lleva a instituir tres reflexiones fundamentales:
En primer lugar, este proyecto fue presentado por un maestro a la edad de veintitrés años, la pregunta es, cuántos docentes tienen hoy una visión prospectiva de la educación y de la construcción de la República que garantice el bien común. En segundo lugar, el hecho de haber perdido el puesto de maestro, lo hizo entrar en el movimiento revolucionario junto a Güal, Picornel, y España, en el cual él fue presidente de esa junta que fue descubierta, pero que lo catapultó a otras tierras; lo que le permitió madurar como educador y fraguar su inquietud por una nueva pedagogía, en la medida que tenía contacto con intelectuales y librepensadores.
En tercer lugar, él confirmó que la América estaba sumergida en un régimen que no permitía la libertad de los ciudadanos. Por ello, la América ameritaba la libertad cultural, es decir era necesario educar a los ciudadanos, porque sólo con sus propios habitantes se podría independizar la tierra.
Bajo esta orientación, Rodríguez generó proyectos de orden político, social, económico y cultural en diversos espacios de América, fundamentados en la construcción de una sociedad para todos desde la concepción de la Educación popular, edificada en valores, principios, el trabajo productivo y la organización social, con miras a alcanzar formas de vida más justa, más igualitaria y solidaria que orientaran a la liberación plena del ser humano.
Este pensamiento de educación liberadora que pretendía configurar la nueva sociedad americana atentaba a los viejos poderes dominantes (oligarquía y burguesía) caracterizado por la injusticia, la explotación, colonización y la exclusión, para aquel entonces: pardos, negros, mulatos, indios, que mantenía a los hombres en la miseria y el oscurantismo signado por una estructura educativa individualista, de exclusividad de los blancos. De allí, que el pensamiento de Rodríguez con anclaje, sin duda, de las ideas de los pensadores y filósofos de la Ilustración y visionariamente ampliado y profundizado, fue duramente desestimado, objetado y hasta negado.
Los estudiosos de la vida y obra de Rodríguez, entre ellos: Rumazo González, Mancini, Picón salas, Armando Rojas, Blanco Fombona, por ejemplo, revelan la influencia de las ideas pedagógica de Rousseau en la propuesta de Reforma educativa para elevar el nivel cultural de la sociedad y mejorar la situación de quienes desearan cultivar la razón y salir de la ignorancia.
No obstante, Rodríguez en su propuesta se pregunta cómo construir una sociedad de iguales preservando a las diferentes culturas implicadas a partir de un régimen de gobierno diferente al establecido por la colonia y para ello rescata el pensamiento iluminista, tal como lo señala Maier (2006) “ya que encuentra en este modelo la propuesta educativa y política necesaria para sentar las bases de un cambio social que termine con el modelo colonial y se sumerja en la construcción de un proyecto moderno, desechando los antiguos vicios tanto políticos como sociales y, por sobre todo, porque es posible a partir del modelo que él construye inspirado en las luces respetar la idiosincrasia del pueblo en su conjunto, sin someterse a la mera reproducción del modelo europeo anulando los saberes previos de la población”.
La Educación se erigió a partir del siglo XVIII con el movimiento de la Ilustración como el único medio para hacer República. Lo que de acuerdo con Pérez Esclarín (2006), este siglo de las luces consideraba que la ignorancia era la razón de la esclavitud y la miseria y que la educación acabaría con los principales males de la humanidad. Así mismo, Jovellanos, apunta: “Si deseáis el bien de la Patria, abrid a todos sus hijos el derecho a la educación. Multiplicad las escuelas. Que no haya pueblo, que no haya ningún rincón por apartado que sea, donde los niños de cualquier clase y condición carezcan de este beneficio”
Mientras que para Rodríguez su pensamiento se centra en la Educación popular, concebida como una forma de organización política, económica, social y cultural que garantiza el cumplimiento de los derechos de todos. Como un proceso social de inserción instructiva y productiva que le permite al hombre irse construyendo en un sujeto de sociedad. Tal como lo apunta Pérez Esclarín (1994), Rodríguez gastó su vida en gestar una propuesta educativa eminentemente política, que transformara a la gente de súbditos en “ciudadanos”; es decir en seres de voluntad, pensantes, inspirados en principios y valores como la igualdad y la libertad; solidarios, creativos y productivos, en procura de la emancipación humana y social.
De ahí, el valor de la educación, más allá de la mera instrucción (adquisición de conocimientos de base, memorización), pues educar significaba enseñar a comprender, a analizar, a aplicar los conocimientos, a ser sujetos de pensamiento, sentimientos y acciones; en fin “formar la conducta social”, para “vivir en República”. Y “Enseñar, señala el propio Rodríguez, es COMPRENDER, es emplear el entendimiento, no hacer trabajar la memoria” (1975, Tomo I, 339) “...como los principios están en las COSAS, con cosas se enseñará a Pensar. Se nombrarán Cosas y Movimientos que se vean, se oigan, huelan, gusten y toquen, haciéndolas mirar, escuchar, olfatear, saborear y palpar…Se enseñará a ver el número en las cosas, y éstas se harán conocer por su color, figura, extensión y propiedades. Leer no será estropear palabras por ganar tiempo, sino dar sentido a los conceptos…” (1975, Tomo I, 401).
Para Rodríguez según Rumazo (2006: 82), el arte de educar es definido como “el cumplimiento de cuatro formas especiales: “Instrucción social, para hacer una nación prudente; corporal, para hacerla fuerte; técnica, para hacerla experta; y científica, para hacerla pensadora”. Es decir que para educar se hace necesario fundir los conocimientos y aprendizajes adquiridos con el trabajo intelectual para un accionar simultáneo.
De manera que esta concepción de la educación como una práctica social, libertaria y humanizadora, es una práctica socializadora, señala Valdez (2008), porque teje relaciones humanas solidarias; claramente política, en el sentido de transformar el mundo al tiempo que nos transformamos a nosotros mismos, siempre en relación con los otros. Podemos apropiarnos estas enseñanzas señalando que la educación no puede restringirse al sistema escolar formal. La educación tiene que desarrollarse en y desde la vida cotidiana (principalmente de los excluidos y silenciados); desde lo que somos, hacia lo que queremos ser: una sociedad cada vez más justa, solidaria.
Por ello, necesitamos no sólo enseñar cosas, sino enseñar a hacer cosas. Hay que unir la cultura con el trabajo, la formación académica con la manual. Las nuevas repúblicas necesitan con urgencia albañiles, carpinteros, agricultores, obreros que sepan producir y sepan respetar y hacerse respetar, es decir que sepan vivir en sociedad. (Pérez Esclarín, 2006:77). Esto implica una educación de calidad, tal como lo deseaba Rodríguez, una educación en torno al desarrollo personal y formativo de los individuos, inspirado en principios y valores como la igualdad, la equidad, libertad, emancipación social y humana, que permitiera actuar como ciudadanos solidarios, creativos y productivos, capaces de valerse de sus habilidades y competencias desde una relación formación-trabajo para hacer frente a la realidad de su nación.
Pero esta concepción transformadora de educación social requería, indudablemente, de verdaderos maestros, que hicieran de su oficio un arte, manifiesta en la grandeza y el valor por la vida del educando. Título de Maestro que sólo se le atribuye, según el propio Maestro a aquél que “sabe hacerse ENTENDER y de COMPRENDER con gusto”, y más aún es aquél que “tiene el DON de INSPIRAR a uno, EXCITAR en otros el DESEO de SABER” .Así mismo afirma que “el Maestro de Niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo porque su oficio es formar hombres para la sociedad”.
Por lo tanto, se trata de establecer una relación multilateral, en el sentido de que no sólo aprenden quienes se forman sino también, quienes ejercemos el rol de formador o facilitador del proceso formativo. En este sentido, se puede decir que en la medida que interactúan facilitador-participante, se genera un proceso de compartir conocimientos, un dialogar de saberes cargados de una cultura que es propia de cada ser. Pues, como dijo Rodríguez “…El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender”.
Desde esta perspectiva, hoy día se debe romper con los viejos paradigmas y estar abiertos a una educación de transformación, como diría Rodríguez, que llegue a todos los espacios, sin importar el lugar y el momento. Que la escuela y comunidad trabajen de forma mancomunada para una mejor educación, que lleve a la construcción de nuevos significados, aprendizajes innovadores, para lograr seres activos, participativos, capaces de ser formadores de una sociedad más justa, digna y libre.
En definitiva, el maestro debe saber ponerse al alcance de los niños, compartir sus alegrías, alimentar la espiritualidad, enriquecer los niveles de expresividad, manejar asertivamente inquietudes, necesidades y ritmos de actuación, y movilizarse en el asombro; promoviendo así, ambientes de relaciones sociales interactivas, afectivas, con privilegio de lo humano.
Este pensamiento de Rodríguez nos reafirma en la sociedad de hoy, la imperiosa necesidad de instaurar con apertura en todos los niveles y modalidades del sistema Educativo una educación sustentada en el diálogo, el respeto, la autonomía y la condición humana, para lograr hombres de voluntad, de acción y sentimientos; comprometidos y responsables con su realidad social. Sólo así será posible construir una verdadera república, vivir en sociedad para honrar los deseos de Rodríguez y ser merecedores de una sociedad digna y justa.

Referencias Bibliográficas
Calzadilla, J. y Carles, C. (2007). Robinson y Freire. Hacia la Educación Popular. Caracas: Fundayacucho.
Maier, B. (2006) Seminario: el pensamiento pedagógico latinoamericanista. La obra de Simón Rodríguez y de Paulo Freire. Disponible en www.appealweb.com.ar/IMG/Monografia_Barbara_Maier.doc.
Pérez Esclarín, Antonio (2006) Se llamaba Simón Rodríguez. Caracas: Fe y Alegría
Pérez Esclarín, Antonio (1994) Simón Rodríguez Maestro de América . Caracas: San Pablo
Rumazo, A. (2006). Simón Rodríguez. Maestro de América. Caracas.
Universidad Simón Rodríguez (1975). “Simón Rodríguez. Obras Completas”. Colección “Dinámica y siembra” Tomo I y II. Caracas. Valdez, Julio (2008) ¿Qué nos dicen Simón Rodríguez y Paulo Freire hoy a los educadores? En Gaudeamus. Revista Universitaria. Universidad Nacional experimental simón Rodríguez. Julio 2008 Año V /

Tendencias del Pensamiento Pedagógico en el Contexto Histórico de la Ilustración

Maestría en Educación Robinsoniana.
Curso: Pensamiento Educativo Venezolano y Latinoamericano. Unidad I. Ensayo
Grupo no Asistido Nº 01. Entre Maieutikes. Núcleo Valera
Amigo mío, la Naturaleza ha dado a cada hombre un estilo, como una fisonomía y un carácter. El hombre puede cultivarla, pulirla, mejorarla, pero cambiarla, no.
Gaspar Melchor de Jovellanos

Según el calendario gregoriano vigente, el siglo XVIII comprende los años 1701-1800, ambos inclusive. Sin embargo, para la historia occidental este periodo es conocido como el Siglo de las Luces, debido a que durante el mismo, surgió el movimiento intelectual conocido como la Ilustración, así lo señala Zubiri (1987). Resultado importante estudiarlo para comprender el mundo moderno, pues muchos de los acontecimientos políticos, sociales, económicos, culturales e intelectuales del siglo han extendido su influencia hasta la actualidad.
En este periodo, se relaciona íntimamente con la Ilustración un destacado movimiento filosófico, caracterizándose por centrar su interés en la fe y la piedad, sus partidarios trataban de usar el racionalismo como vía para demostrar la existencia de un ser supremo, esas características eran parte integral en la exploración de la filosofía natural y la ética, además de las teorías políticas del momento. Sin embargo, prominentes filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau cuestionaron y criticaron la misma existencia de instituciones como la Iglesia y el Estado. Ese tiempo, vio también el continuo auge de las ideas empíricas en la filosofía, ideas, que eran aplicadas a la política económica, al gobierno y a ciencias como la física, la quimica y la biología.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70% de los europeos eran analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el papel que podía desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y naturales en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana. Pero para entender correctamente el fenómeno de la Ilustración, menciona Montero (2002) hay que recurrir a sus fuentes de inspiración fundamentales: la filosofía de Descartes, basada en la duda metódica para admitir sólo las verdades claras y evidentes, y la revolución científica de Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico. Es por ello, que los ilustrados pensaban que estas leyes podían ser descubiertas por el método cartesiano, aplicándolas universalmente al gobierno y a las sociedades humanas. De ahí, los enormes deseos de aprender y de enseñar lo aprendido.
Pero fue Jean-Jacques Rousseau, quien logró imponer la reflexión sobre la pedagogía, insistiendo en que el objetivo fundamental de la educación era educar al hombre en potencia y ejerció una doble influencia en la vertiente política (formación del ciudadano), inspiró los proyectos de reforma de la educación propuestos durante la Revolución Francesa por Jean Antoine Condorcet y, en la vertiente metodológica, propició los estudios de Pestalozzi, que asignó al alumno un papel central en el proceso educativo.
Por su parte, Friedrich Fröbel, seguidor de Pestalozzi y creador de los primeros jardines de infancia, identificaba a Dios con la naturaleza a través de una visión metafísica, formulando las grandes líneas de una pedagogía que asignaba un lugar preferente a la espontaneidad y el juego, entendidos como bases de la conciencia en formación. Al mismo tiempo, Johann Friedrich Herbart introdujo la experimentación en la pedagogía, colaborando en la fundación de la psicología infantil. Mientras que, Jean Antoine Condorcet, perfiló el progreso de la especie humana a través de nueve etapas, empezando por la primitiva, también esbozó el concepto de una décima, donde, en gran medida a través de la educación, podría alcanzarse la perfección humana.
Del mismo modo, Gaspar Melchor de Jovellanos, cultivó varios géneros literarios (como poesía y teatro) pero sus escritos principales fueron ensayos de economía, política, agricultura, filosofía, costumbres; desde el espíritu reformador del Despotismo ilustrado. Entre ellas destacan el Informe sobre la ley agraria que escribió en una primera versión en 1784 pero que no envió hasta 1787 a la Sociedad Económica Matritense, quien la remitió al Consejo de Castilla y que se publicó en 1795. Por su parte Jovellanos se muestra partidario de eliminar los obstáculos a la libre iniciativa, que dividía en tres clases: políticos, morales y físicos. Entre ellos estaban los baldíos, la Mesta, la fiscalidad, la falta de conocimientos útiles de los propietarios y labradores, las malas comunicaciones y la falta de regadíos, canales y puertos.
Es oportuno mencionar, que Francia conoció, más que ningún otro país, un desarrollo sobresaliente de las ideas ilustradas y el mayor número de propagandistas de las mismas. Larrosa (2000) acota, que fue allí donde el filósofo, político y jurista Charles-Louis de Montesquieu, uno de los primeros representantes del movimiento, empezó a publicar varias obras satíricas contra las instituciones existentes, así como su monumental estudio de las instituciones políticas, El espíritu de las leyes (1748).
Muchos defensores de la Ilustración no fueron filósofos según la acepción convencional y aceptada de la palabra; fueron vulgarizadores comprometidos en un esfuerzo por ganar adeptos. Les gustaba referirse a sí mismos como el “partido de la humanidad”, y en un intento de orientar la opinión pública a su favor, imprimieron panfletos, folletos anónimos y crearon gran número de periódicos y diarios. El enorme incremento en la publicación de periódicos y libros aseguró una amplia difusión de las reformas pedagógicas.
En este sentido, durante el siglo XVIII se estableció el sistema escolar en Prusia, en Rusia empezó la educación formal bajo Pedro el Grande y sus sucesores, también se desarrollaron escuelas y colegios universitarios en la América colonial y se implantaron reformas educativas derivadas de la Revolución Francesa. Al final del siglo se fundaron en Inglaterra las escuelas del domingo por el filántropo y periodista Robert Ralkes para beneficio de los muchachos pobres y las clases trabajadoras. Durante el mismo periodo se introdujo el método monitorial de enseñanza, por el que cientos de muchachos podían aprender con un profesor y la ayuda de alumnos monitores o asistentes. Los dos planes abrieron la posibilidad de la educación de masas. Las contribuciones educativas de Rousseau se dieron en gran parte en el campo de la teoría; correspondió a muchos de sus seguidores poner sus ideas en práctica. El educador alemán Johann Basedow y otros abrieron escuelas en Alemania y en diferentes partes basándose en la idea de "todo según la naturaleza".
Siguiendo este orden, resulta importante mencionar, un Venezolano destacado que nació en ese siglo (1781) fue Andrés Bello, quien personifica las orientaciones de una cultura hispanoamericana independiente. Sus dos poemas fundamentales los publicó en las revistas que editó en Londres: en la "Biblioteca Americana", su "Alocución a la Poesía", parte de una composición que debió titularse "América" y que no llegó a la realidad; en su "Repertorio Americano", la "Silva a la agricultura de la Zona Tórrida"; ya en sus primeras poesías se advierte la influencia de Virgilio y la orientación neoclásica que no abandonaría nunca el poeta, a pesar de ciertas chispas de romanticismo. Sus Silvas a la poesía y a la agricultura constituyen el grito de la independencia literaria hispanoamericana
Finalmente, la Ilustración se puede considerar entonces como “pedagogía pura” ya que no solo floreció en materia política-social y pedagógica, sino que también enriqueció los conocimientos que los hombres aprehenderían desde entonces hasta nuestros tiempos.

Referencias Bibliográficas:
Larrosa, J. (2000). Pedagogía Profana. Ediciones Novedades Educativas. UCV. Caracas – Venezuela.
Montero, M. (2002). "Construcción del otro, liberación de sí mismo", Utopía y Praxis Latinoamericana. Revista internacional de Filosofía Iberoamericana Teoría Social. Año 7. No 16. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad del Zulia. Venezuela.
Ratzinger, J. (1997). La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia ante el nuevo milenio, Madrid.
Ugas Fermín, G. (1997). La ignorancia Educada y otros escritos. Taller Permanente de Estudios Epistemológicos en Ciencias Sociales San Cristóbal, Venezuela.
Zubiri, X. (1987). Naturaleza, historia, Dios. Madrid – España.